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Clasificación

Se pueden distinguir varios tipos de conjuntivitis alérgica:

  1. La forma más habitual lo constituye el componente ocular de la rinoconjuntivitis alérgica.
  2. Algo más infrecuente es la Queratoconjuntivitis atópica, frecuentemente asociada a la Dermatitis atópica.
  3. El tipo menos habitual es la Queratoconjuntivitis vernal.
  4. Un cuarto tipo, aún no reconocido por todos como de origen alérgico, es la denominada Conjuntivitis papilar gigante asociada al uso de lentes de contacto.

La importancia de la alergia ocular se debe sobre todo a su elevada frecuencia en población general, más que en realidad a su severidad, ya que sólo algunos casos de queratoconjuntivitis atópica y vernal pueden producir trastornos de la visión. La gran mayoría de casos constituyen procesos más o menos banales que no por ello se deben obviar pues suelen producir molestias lo suficientemente intensas como para llegar a dificultar las tareas cotidianas del individuo. Los síntomas alérgicos alarman especialmente a los pacientes porque además de la molesta sensación de picor y escozor, la hinchazón y el enrojecimiento de los ojos son percibidos por la familia, los amigos o los compañeros. Dada la función única y altamente especializada del ojo, una reacción leve puede alterar enormemente la calidad de vida del paciente.

Historia

El primero en establecer la conjuntivitis atópica como una entidad clínica fue el inglés Bostock en 1819. Unos años más tarde, en 1928, MacCulloch asoció esta condición con los cultivos de heno. No obstante, hubo que esperar hasta los años 40 para que, gracias al trabajo de varios grupos de investigadores franceses, alemanes y americanos, el concepto de alergia se desvinculara definitivamente del origen infeccioso al que hasta entonces se hallaba ligado.

La conjuntivitis vernal fue inicialmente descrita por Arlt en 1846 y la enfermedad se caracterizó como entidad clínica en 1876 por parte de Saemisch, el cual la denominó “Catarro primaveral”, dada la periodicidad de la misma.

El test de provocación conjuntival, por su parte, es una de las pruebas más antiguas usadas para el diagnóstico de enfermedades alérgicas. De hecho, fue usado por primera vez por Blackley hacia 1870 y desde entonces se siguen empleando con una cuádruple finalidad:

  1. Confirmar el diagnóstico de alergia.
  2. Estudiar los signos y síntomas de las reacciones alérgicas.
  3. Evaluar el mecanismo de procucción de la respuesta alérgica.
  4. Valorar la eficacia de los tratamientos antiinflamatoria.

Rinoconjuntivitis alérgica

Las respuestas más frecuentes de hipersensibilidad del ojo son las mediadas por IgE y mastocitos. Es esta una afección generalmente bilateral, cuya gravedad clínica, al igual que todo proceso alérgico, viene determinada por la intensidad de la sensibilización y por el grado de exposición al antígeno. Prácticamente siempre se acompaña de síntomas nasales, de ahí su nombre.

El síntoma principal es el picor conjuntival aunque de forma asociada suele presentarse también el enrojecimiento y el lagrimeo, el edema periocular, la intolerancia a la luz, la sensación de cuerpo extraño y la quemazón.

Para realizar un adecuado diagnóstico etiológico, es necesario emplear las pruebas cutáneas (Prick test) y la determinación de IgE específica en suero. Sólo en casos dudosos o en los cuales no se puedan emplear alguno de los anteriores, es preciso recurrir a la Provocación conjuntival.

Conjuntivitis vernal

La conjuntivitis vernal es una enfermedad que puede llegar a ser severa y afecta principalmente a personas jóvenes. Se inicia en la preadolescencia y permanece activa con mayor o menor intensidad durante un periodo medio de 5-10 años para después mejorar paulatinamente, de forma general. Se suele asociar, aunque no siempre, a otras manifestaciones atópicas (asma, dermatitis, etc) y a sensibilización por alergenos del aire.

La afectación es bilateral, con empeoramiento en primavera y el síntoma principal es el picor que hace que los pacientes se froten los ojos constantemente con el consiguiente riesgo de infección secundaria y deterioro de la calidad de vida. Otros síntomas que se suelen presentar de manera asociada son la intolerancia la luz y la secreción conjuntival espesa y viscosa. Los empeoramientos se relacionan con factores ambientales inespecíficos como cambios bruscos de luminosidad o de temperatura, viento, polvo, etc.

En su diagnóstico hay que tener en cuenta que se suele detectar elevaciones de IgE tanto en suero como en lágrimas.

Queratoconjuntivitis atópica

En pacientes con dermatitis atópica puede aparecer, además del eczema de párpados, una verdadera queratoconjuntivitis con sus síntomas típicos: picor, secreción, enrojecimiento, intolerancia a la luz y úlceras corneales que pueden producir una cicatrización con la consiguiente pérdida de visión o el desarrollo de queratocono (deformación de la córnea que adopta forma cónica). Otra posible complicación es el desarrollo de cataratas.

Los brotes suelen coincidir con las exacerbaciones del eczema cutáneo y su origen, aún en parte desconocido, parece deberse, al igual que la dermatitis atópica, a una compleja interacción entre factores del suero y células.

Conjuntivitis papilar gigante

Es esta una entidad asociada a diversas alteraciones oculares entre las que el uso de lentes de contacto es la más representativa. El desarrollo de la conjuntivitis papilar gigante se puede producir de forma inmediata o tras años de uso de este tipo de lentes existiendo diversos grados que van desde una intolerancia leve hasta la intolerancia completa.

Aunque su mecanismo de producción es desconocido, se cree que puede deberse a una reacción inmunológica frente a la lente de contacto. Un 5-10% de pacientes que utilizan lentes de contacto blandas y un 3-4% de aquellos que las usan duras presentan este tipo de afección.

Otros procesos alérgicos oculares

Además de las 4 entidades a las que se ha hecho mención, existen otros procesos oculares en los que la alergia juega un papel primordial como son:

– Dermatitis de contacto.
– Angioedema palpebral.

Dermatitis de contacto

La piel del párpado y su área circundante es delgada y muy vascularizada por lo que es muy susceptible a desarrollar una respuesta alérgica a agentes contactantes.

Existen 2 tipos principales de pacientes afectados:


  1. Pacientes con patología tipo “ojo rojo” que son tratados, por una razón u otra, durante largos periodos de tiempo con colirios.
  2. Mujeres que realizan un uso constante de cosméticos y productos de belleza o de limpieza diversos. En este caso, la afectación ocular puede ser directa (máscaras, sombras de ojos, cremas faciales, etc) o indirecta (frotamiento de ojos tras manipulación de jabones, detergentes, lacas de uñas, etc).

Los sensibilizantes más habituales de los ojos son:

  1. Colirios:
    – Antibióticos como la Neomicina, Gentamicina o Sulfamidas.
    – Anestésicos tópicos como la Benzocaína o la Tetracaína.
    – Dilatadores pupilares como la Fenilefrina o la Atropina.
    – Conservantes como el Tiomersal.
  2. Cosméticos:
    – Lacas de uñas como las Resinas de formaldehído o el Toluen-Sulfonamida.
    – Tintes de pelo como la Parafenilendiemina.
    – Conservantes como los Parabenos.
    – Fragancias.
  3. Metales como el Níquel.

Angiodema palpebral

El párpado es una de las localizaciones más frecuentes de una reacción sistémica de urticaria y angioedema, lo cual viene motivado por el escaso grosor de la piel palpebral y su unión débil al tejido que hay por debajo.

Aunque la mayoría de urticarias y angioedemas tanto agudos como crónicos no tienen un origen alérgico, los antígenos posiblemente implicados son múltiples (alimentos, medicamentos, picadura de insectos, etc), siendo muy frecuente y típico el angioedema palpebral inducido por el AAS y otros Antiinflamatorios no esteroideos.

Diagnóstico diferencial

La Conjuntivitis alérgica se confunde fundamentalmente con la conjuntivitis bacteriana. En este caso, es síntoma clave es el prurito, presente en mayor o menor medida en todos los procesos alérgicos oculares, mientras que en las conjuntivitis bacterianas son características las legañas matinales y el “ojo seco”, sensación que el paciente suele describir como de quemazón.